La «Orden de los pobres caballeros de Cristo y del templo de Salomón».
La Orden del Temple se identifica íntimamente con las Cruzadas. Nace como consecuencia de la primera y muere poco después de que se hiciera imposible el último proyecto de ellas (la alianza entre cristianos y mongoles nestorianos), al comenzar el siglo XIV. Las Cruzadas y el reino franco creado por ellas, así como la Orden del Temple, perduran, por tanto, casi exactamente dos siglos, desde finales del XI al principio del XIV.

Apenas creado el reino de Jerusalén y elegido Balduino I como su primer Rey, algunos de los caballeros que participaron en la Cruzada decidieron quedarse a defender los Santos Lugares, y a los peregrinos cristianos que iban a ellos. Ésta fue, en principio, la misión confesada de los nueve caballeros fundadores, añadida, claro está, a la de la defensa de esos Santos Lugares, cuando se fundó la orden del Temple, allá por 1118.
Unos 50 años después de su fundación, los Caballeros de la Orden se extendían ya por tierras de lo que hoy es Francia, Alemania, el Reino Unido, España y Portugal. Esta expansión no fue sólo territorial sino que contribuyó al incremento de su riqueza, ya que ofrecían la posibilidad a los comerciantes que estaban en Tierra Santa, de ingresar su dinero en una encomienda y con un documento de la orden, retirar el dinero en otra encomienda distinta y de este modo no arriesgarse a que les robasen. A cambio, la Orden se quedaba con una comisión.
Su crecimiento fue imparable y cien años más tarde de su fundación eran la Organización más grande de Occidente, en todos los sentidos (desde el militar hasta el económico), con más de 9.000 encomiendas repartidas por todo Europa, unos 30.000 caballeros y sargentos (más los siervos, escuderos, artesanos, campesinos, etc.), más de 50 castillos y fortalezas en Europa y Oriente Próximo, una Flota propia (pues les salía más barato tener sus propios barcos que alquilarlos), anclada en puertos propios en el Mediterráneo y en La Rochelle (en la costa atlántica de Francia) y un Tesoro que les permitía hacer préstamos fantásticos a los Reyes europeos.
Y así bajo el reinado de Felipe IV de Francia y su deseo de un estado fuerte, con el rey concentrando todo el poder (que entre otros obstáculos, debía superar el poder de la Iglesia y las diversas órdenes religiosas como los templarios), se convenció al Papa Clemente V, fuertemente ligado a Francia, pues era de su hechura, de que iniciase un proceso contra los templarios acusándolos de sacrilegio a la cruz, heregía, sodomía y adoración a ídolos paganos.
Muchos fueron encarcelados en una operación conjunta simultánea en toda Francia y fueron sometidos a torturas, por las cuales la mayoría de los acusados se declaró culpable de estos crímenes secretos; y algunos incluso, quemados en la hoguera por herejes.
A pesar que las investigaciones eran radicalmente corruptas en cuanto a su finalidad y a sus procedimientos, el Papa, Clemente V, indeciso y hostigado por la corona de Francia principalmente, adoptó una solución salomónica: decretar la disolución, a pesar de la no la condenación de la orden.
Después de que el Papa dio la orden por disuelta, en Portugal los templarios cambiaron su nombre a Caballeros de Cristo y algunos sobrevivientes de Francia pudieron haber escapado a lugares como Suiza, Escocia y otros reinos y señoríos aledaños.
La orden de los Templarios y las Supersticiones
El rápido ascenso de la orden, su trágico final y las numerosas reclamaciones de relación con ella por parte de grupos masones o lógias, han hecho de los templarios una fuente para teorías, especulaciones, hipótesis así como obras de ficción relacionadas con ellos y demás fantasías.
Entre los temas que se han tratado se encuentran la posesión de fastuosos tesoros y riquezas, de reliquias mágicas como el Santo Grial , un trozo de la cruz en la cual murió Jesús. En muchos casos se trata de pura especulación sin apenas pruebas.
La pronta muerte de muchos de los relacionados con el juicio a los templarios ha sido tratada en la literatura muchas veces. Varias leyendas y relatos románticos cuentan cómo el Maestre de la orden, en la hoguera lanzó una maldición, que supersticiosamente se relaciona con lo anterior.
También se dice, que el viernes 13 es día de mala suerte porque en ese día fue encarcelado el último Gran Maestre de la Orden.
Por último, y desde un punto de vista tan esotérico como romántico, cuenta la Leyenda que en París, en la zona del Vieux Temple, cuando las noches son oscuras y cerradas, aún se puede escuchar una voz que grita «¡¿Quién defiende al Temple?!».
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